Henri Pérez, junto a su esposa Nérvea Requena y su hijo Jesús, de 10 años, ha vivido desde 2017 en el abandonado y deteriorado Balneario de Naiguatá. Henri es originario de Ciudad Guayana y llegó al Litoral Central manejando vehículos de carga. Inicialmente, vivió en casa de Requena, donde tuvo conflictos con sus hermanos y hermanas, lo que se vio obligado a buscar otro lugar donde vivir con su esposa e hijo.

Con la esperanza de recibir apoyo del gobierno para obtener una vivienda, Henri se encuentra en una situación de espera prolongada, enfrentando dificultades para asegurar un techo seguro para su familia. “La gente de la Jefatura junto con la Lopna me dijeron que esto era municipal y que mientras ocupara un espacio con mi familia, hasta que nos lograran ayudar con una vivienda, como lo hicieron con otros conductores, ya tenemos aquí siete años”.

A pesar de las promesas y visitas de las autoridades, la situación de Henri no ha mejorado significativamente. Su única fuente de ingresos proviene del trabajo ocasional en la playa durante los fines de semana, donde vende mangos aliñados y realiza estacionamiento. Su esposa también contribuye a la economía familiar vendiendo chupetas con su hijo. “No soy ningún indigente, yo también tengo familia y soy un hombre de trabajo”.

Pérez, quien sufre de neuritis en el corazón, fue conductor de la gobernación, durante la gestión del fallecido gobernador Jorge Luis García Carneiro, pero fue retirado por razones que aún desconoce. “Yo tengo mis pastillas y mi control e informe médico, todavía puedo trabajar, pero si necesito ayuda”.

Un derrumbe los dejó sin nada

La precariedad del lugar en donde vive, se hizo aún más evidente con el derrumbe del techo de concreto, perdiendo gran parte de sus pertenencias, como una vieja licuadora, televisor, cocina y prendas de vestir. “A pesar de todo, aquí sigo luchando por mantener a mi familia y encontrar medios para subsistir, incluso enfrentando la amenaza del dengue al dormir al aire libre”.

En el lugar habitan otras dos familias bajo las mismas condiciones de riesgo y a la espera de los entes gubernamentales, quienes les han hecho promesas de reubicarlos, pero hasta la fecha no les han cumplido.

Por: José Ángel Maicabares

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